Transiciones||Por Víctor Alejandro Espinoza

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¿Podría haber sido diferente?

Víctor Alejandro Espinoza

Podría haber sido peor. Las consecuencias de la pandemia en nuestro país podrían haberse traducido en una mayor tragedia. No, no estoy minimizando lo que ha ocurrido para miles de personas que han muerto o han padecido los contagios y sus efectos transitorios o permanentes. Sí, el COVID-19 desnudó a los sistemas de salud y obligó a un esfuerzo sin precedentes a los países para encontrar en tiempo récord una vacuna para evitar la gravedad y efectos de los contagios.

Ningún país estuvo exento de padecer la pandemia. Desde luego que las condiciones socioeconómicas y la cobertura y calidad de los sistemas de salud han hecho la diferencia. Pero, insisto, países desarrollados tuvieron efectos fatales en su población. Como sabemos, México ha enfrentado los contagios y sus consecuencias con un terrible esfuerzo ya que el sistema de salud público se encontraba en crisis. Durante las últimas décadas la inversión en el sector salud se contrajo con el objeto de llevarlo a la ruina y que fueran particulares quienes reemplazaran a la seguridad social.

Pero no sólo los sistemas de salud tienen consecuencias en la forma de enfrentar la pandemia. Una sociedad con altos índices de comorbilidades y en condiciones de desigualdad es el escenario idóneo para que los efectos sean devastadores. Pudo haber sido peor. Desde luego en esas condiciones, era casi imposible que se evitarán las muertes y hospitalizaciones por COVID-19.

Como consejero electoral ciudadano del INE en el distrito 08 de Tijuana, Baja California, este sábado 22 de enero me tocó realizar un recorrido por los lugares en los que se instalarán las casillas para recoger los votos de la consulta de Revocación de Mandato el próximo 10 de abril. El distrito 08 federal es uno de los dos con mayor marginación en la entidad, junto con el 04, también de Tijuana. Ambos ubicados en el Este y Sureste de la ciudad. El recorrer el distrito 08 siempre es provocador. Transitar por esa zona es impactante y sobrecogedor.

En alguna ocasión escribí que a los candidatos a cargos de representación popular les haría bien darse una vuelta por esta zona. “Les falta barrio”, afirmé. Ahora añado que a muchos comentócratas y académicos les haría mucho bien para su trabajo y para normar su visión de la vida social. En el recorrido percibes los efectos de un crecimiento que se gestó básicamente a partir de los años 80, fincado en el empleo maquilador, enajenante, explotador y precario. Las condiciones en las que viven miles de personas es deprimente y desesperante para el ojo externo, imagínense para quienes viven en esas condiciones.

En Villas del Prado, uno de los fraccionamientos con mayor hacinamiento, encontramos viviendas de 2 o 3 metros de frente por 4 o 5 de largo. En 15 metros cuadrados sobreviven familias. Lo que más pueden hacer es un segundo piso para llegar a 30 metros en total. Y el pequeño patio lo utilizan para construir una tiendita o cualquier comercio. Uno se pregunta: en esas condiciones con un miembro de la familia que se enferme ¿cómo evitar el contagio del resto de quienes viven bajo el pequeño techo? Imposible.

Si en los sectores de clase media y alta el contagio se extendió, sobre todo con la última variante de Ómicron, ¿cómo pudieron haberse evitado los contagios en las condiciones en las que sobrevive la mayoría de la población pobre? El pontificar sobre evitar enfermarse sólo se puede hacer desde el privilegio de clase. El home office ha sido una posibilidad para unos cuantos. Quienes sobreviven en la informalidad laboral no tienen la posibilidad de enfrentar con éxito la pandemia. El COVID-19 ha contagiado a personas de todos los sectores; pero las condiciones para sobrevivir al padecimiento no son las mismas. Muchos salen a trabajar aún contagiados porque o mueren de COVID-19 o sus familias perecen por hambre. No tienen otras opciones.

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